viernes, 7 de junio de 2013

Rayas de cucaracha (Vidal-dosis y Morti-destrucción)

Relato verídico en un lugar de Murcia de cuyo nombre no quisiera acordarme....
 ELLA: 
 Impaciencia es la palabra que consigue describir a la perfección el ambiente cargado, oscuro y caluroso que se respiraba en aquel bar. Todo empezó la noche de un viernes de verano, cuando el ambiente del bar estaba en todo lo alto, contando con quince o veinte clientes, más de la mitad de ellos típicos farloperos con el codo apoyado en la barra y cuando te acercabas te contaban toda su vida. Las rayas volaban: no había cliente que no se levantara a hacerle una visita a la tapa del váter cada cinco minutos: nadie tenía paciencia para esperar a que el dueño chapara la puerta para poder meterse las rayas tranquilamente encima de la barra. Pero el bar tenía una peculiaridad, y el dueño lo avisaba: los baños no se solían limpiar. Eso significaba que con el calor que tenemos que soportar en la maldita región de Murcia, los insectos proliferaban y estaban en el paraíso. Pero sólo había que echar un ojo a la clientela para percatarse de que esto les importaba más bien poco.
  Y allí estábamos nosotros, que aunque no tenemos el perfil de farlopero que abundaba en aquel antro, también nos gusta el rocknroll. Después de bebernos seis o siete litros la cosa se iba animando, hacíamos nuestros típicos pasos de baile de cuando vamos de pelotazo, yo contaba los chistes que cuento siempre y que la peña está ya saturá de escuchar, pero siempre se ríen… y entonces Él me dijo de irnos a meternos una raya. Y a lo mejor, dos o tres horas antes, cuando entramos por la puerta y percibimos el ambiente, le hubiera dicho que no, porque yo también sabía que la suciedad y la mugre campaban a sus anchas por aquellos aseos. Pero todos sabemos lo que pasa; cuando llevas en las venas una cantidad suficiente de alcohol, el mundo es tuyo y todo se te queda pequeño y te importa más bien poco. Le dije que si, y después de darme un beso me abrió la puerta del aseo y me hizo un gesto para que entrara. Encendí la luz, di un paso y me quedé frente al espejo, pisando sobre una losa rota. Me miré con detalle, como muchas veces cuando voy borracha, y observé el maquillaje corrido de mis ojos. Él vino por detrás, puso sus dientes en mi cuello y apretó hasta hacerme gritar de dolor. 
  -¿Te vas a hacer las rayas o no? – Hijo de puta, ésta te la devuelvo…
  Me giré, lo cogí del cuello a la altura de la nuez y empecé a apretarle mientras le desabrochaba los pantalones. Él se inclinó hacia atrás sobre la asquerosa pared y dejó que yo le comiera la polla un rato, hasta que pegó un salto: 
  - ¡Me cago en mi puta vida que iba a correrme ya!
  Un montón de cucarachas rojizas y enormes se deslizaban por su pierna, moviendo las patas y yendo en todas direcciones. Entonces él sacudió la pierna hasta que todas cayeron al suelo y empezó a pisarlas con rabia, hasta matarlas.
  - Hijas de puta que me han cortao to el rollo… vamos a meternos las rayas y nos largamos… Me incliné sobre la tapa del váter, volqué la bolsita y empecé a hacerme las rayas (bendita tarjeta de la seguridad social, no falla) encima de la misma. La verdad es que mi capacidad de hacerme rayas es inversamente proporcional a los litros que me haya bebido, pero después de un ratico lo conseguí. Saqué un rulo, solté todo el aire que tenía en los pulmones y me metí una de las rayas, sintiendo cómo el spiz entraba por el rulo y atravesaba mis fosas nasales. Me levanté, y mientras le pasaba el rulo a Él, que se inclinaba sobre la tapa del váter, de espaldas a mí, yo di un paso hacia atrás y entonces me encontraba frente al espejo, en la misma losa rota del suelo que después de entrar por la puerta. Volví a mirar mi rostro en el espejo y mientras fijaba mi vista en las marcas de mi cuello, de los dientes de Él, morados, una gota de sangre se deslizó por mi nariz, mi labio, mi barbilla… a la que siguió otra, y otra. Me asusté, pero mi cuerpo se quedó paralizado y no fui capaz de decir una palabra. Él estaba de espaldas a mí y no se percató, pero cuando terminó de meterse la raya y se levantó, se giró hacia mí, y entonces vi más gotas de sangre caer de su nariz. 
  - ¿Esto que mierda es?
  - Tendría grumos de más, no tendrá importancia, vamos a limpiarnos y salimos ya de este sitio… 
  Salimos y nos reunimos con el resto de la peña, que seguía bebiendo litros y bailando. Éramos nueve o diez personas, pero solamente fuimos nosotros los que nos metimos una raya allí, y solamente nosotros fuimos los que sufrimos las consecuencias. 
  No sé decir con exactitud cuánto tiempo ha pasado exactamente desde aquella raya hasta lo que voy a contar ahora, porque ha sido un tiempo un poco confuso, y mi mente no está muy clara. Pero una noche, después de pegarnos to la fiesta, Él y yo llegamos a su cama. Empezamos a besarnos como locos y a tocarnos por todo el cuerpo, cuando de repente él me cogió, me quitó el tanga de un bocao y me dio la vuelta. Agarrándome del culo muy fuerte, me puso a cuatro patas y me metió la polla por el coño. Yo empecé a gritar y él también; hacía tiempo que no estábamos tan excitados follando. Él me agarraba y me arañaba, mientras yo me retorcía de placer y me recostaba contra la cama cada vez más. Estaba a punto de correrme cuando de repente Él empezó a gritar, pero no de la misma manera en que lo había hecho hasta ahora. Se llevó la mano a la nariz y apretó los ojos muy fuerte, como si no se pudiera estar creyendo lo que estaba notando con los dedos. 
  Él:
  Con la punta de los dedos logré atraparlo y tirar hacia fuera…
  Era una pequeña cucaracha viscosa y asquerosa. Sin darle mucha importancia me la introduje en la boca y me la comí; estaba crujiente pero sabrosa. Seguí follando como si nada, pero empecé a darme cuenta de que poco a poco mi visión se iba entorpeciendo, se iba nublando y apagando… incluso notaba que empezaba a marearme y a tener un profundo dolor en un ojo. 
  No le di más importancia y seguí follando, hasta que saque la polla de su coño y me corrí encima de sus tetas, cuando de repente Ella gritó: 
  -¡¡¡¡AAAAAAAAA!!!!
  Abrí los ojos y vi que de mi polla, a parte de chorrear semen también caían dos o tres cucarachas pequeñas, Ella, muy asustada, se levantó de un salto de la cama y se llevó la mano a su coño húmedo y viscoso, introdujo sus dedos y salio otra cucaracha…
  - Ostia esto no es normal, ¿qué coño pasa?
  Pasamos del tema y nos pusimos a dormir, pero esa noche apenas pegaba ojo. Me dolía toda la cabeza como si me estuvieran estrujando el cerebro y a Ella le pasaba lo mismo. Los dos notábamos que algo se movía dentro de nuestro cuerpo. El dolor fue en aumento y a los cinco minutos un pinchazo en el interior de mi ojo me hizo levantarme de un salto: salí corriendo al baño, encendí la luz, abrí el grifo del lavabo y me miré en el espejo. Abrí los parpados con todas mis fuerzas ya que notaba que algo me estaba reventando y vi que, por dentro de mi ojo, en el interior, una cucaracha se estaba comiendo mi iris. Me tocaba con fuerza pero la muy hija de puta seguía comiéndome todo el iris, mi pupila ya no existía, no me quedaba cornea y todo el interior de mi globo ocular se estaba empezando a desinflar... 
  El dolor era insoportable y yo no paraba de gritar, así que sin pensármelo dos veces agarré el cepillo de dientes eléctrico con todas mis fuerzas y me saqué el maldito ojo. Con una ira desmesurada, aplasté mi ojo y esa maldita cucaracha, saltando todo el líquido ocular al espejo. No paraba de chorrear sangre y lo manché todo. El problema ahora, es que el nervio óptico (cablecito que sujeta y comunica el ojo con nuestro cerebro) estaba colgando del ojo aplastado. Fui corriendo a mirar en el botiquín que tenia en casa y con el bisturí corte el nervio óptico. Me limpié y desinfecté con gasas y agua oxigenada. 
  Menos mal que en mis tiempos de boy-scout hice un curso de primeros auxilios y me hice un vendaje perfecto por toda la cabeza, y salí del baño deseando de decirle a Ella todo lo ocurrido... 
  -Joder ¡¡va a flipar!! y yo con el coche en el taller…tendremos que llamar a una ambulancia...
  Abrí el pomo de la puerta muy lentamente para darle un susto y reírme un poco. Cuando entré en la habitación, la miré… y Ella no reaccionaba. Estaba encima de la cama sin moverse, con los ojos y la boca abierta; le grité pero no me contestó. Me apresuré para ver qué le pasaba y miré sus ojos abiertos. Tenía lo mismo que yo: dos cucarachas comiendo en el interior de sus ojos. De los oídos no paraban de salir cucarachas también, el ombligo estaba abierto y dos cucarachas salían de él, el coño lo tenía infectado de esos malditos insectos y un líquido viscoso parecido al pus manaba sin parar… 
  El olor que desprendía su cuerpo era fétido y nauseabundo, era insoportable…se la estaban comiendo por dentro, la estaban devorando esas malditas hijas de puta…sabía que estaba muerta, pero la estaban profanando, consumiendo, degustando; rápidamente agarré mi bota y empecé a golpear su cuerpo y a aplastar cucarachas, pero cada vez salían más y más… salí corriendo a pedir ayuda, aún sabiendo que ya era tarde y que Ella no volvería; pero al salir del pasillo no recordé que había dejado el lavabo abierto: estaba todo lleno de agua. Me resbalé y al caer me rompí el cuello. 
  Ahí estaba, tirado en el suelo sin poder moverme, tetrapléjico, sintiendo cómo las cucarachas salían por mis oídos, nariz y boca, viendo cómo pasaban por encima de mí y recorrían toda la casa… no podía moverme, no podía gritar, sólo esperar a que la muerte lentamente se acercara a mí y me llevara con Ella. 
  Poco después me vino una imagen. Recordé el baño de ese antro, recordé las cucarachas que habían siempre en ese bar mugriento y apestoso… 
  Estaba claro, nos hicimos la raya en la tapa del váter. No era sólo spiz. La tapa del váter estaba llena de huevos de cucaracha…

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